26 de julio de 2014

COREA EN LA VIGA


Después de dar una vuelta innecesaria hasta Bellas Artes llegué al metro La viga, por ahí de las siete de la noche, a las puertas del cine Francisco Villa, actualmente base de uno de los proyectos culturales más sólidos del Distrito Federal: el Circo Volador.

     Personalmente, lo que me ha llevado a cruzar sus puertas en múltiples ocasiones han sido los ciclos de cine que organizan de vez en cuando. Proyectan películas de muchos géneros; pero si algo tienen en común, es que no pertenecen a la corrida comercial, lo que no garantiza que todas las películas que pasan sean buenas, pero sí diferentes a lo que normalmente ve uno.

    
     El tema del ciclo del viernes veinticinco de julio fue cine coreano, bajo esa ambigua clasificación entraron películas de ciencia ficción, fantasmas, acción y drama.

     La expectación por el regreso del cineclub atrajo gente desde temprano, la última convocatoria cinematográfica había sido hace más de dos años. Como no tenía nada mejor qué hacer, llegué una hora antes del evento y me entretuve leyendo. Mis amigos, la mayoría veteranos de los ciclos, fueron llegando en lo que avanzaba la hora.

     A las ocho y media de la noche entramos a ocupar nuestros asientos en una sala como “las de antes”, grande y con aforo para un par de centenares de personas. Nunca la he visto llena. 

    
    La primera película se llamó, The man from nowhere, una interesante historia de venganza del director Jeong-Heom Lee, que habla de un militar ex miembro de las fuerzas especiales que se ve envuelto en el tráfico de órganos.

     La segunda, Cold eyes, de los directores Ui-seok Jo, Byung-seo Kim, es la historia de un equipo de vigilancia con la misión de capturar a unos ladrones de banco tan organizados como ellos.

     La tradición del evento es que al filo de la medianoche se proyecta la película estelar, la que a juicio de los organizadores es la mejor de la noche. Casi nunca se equivocan. En esta ocasión la seleccionada fue, Snowpiercer, dirigida por Joon-ho Bong, la mente maestra detrás de The host, una excelente película de monstruos.

Snowpiercer va de un futuro postapocalíptico frío, muy frío, en el que pocas personas sobreviven a bordo de un tren llamado El Arca. Se trata de una nueva metáfora sobre la interacción entre las clases sociales aunque llevadas al extremo. Es la “Das boot” del siglo XXI.



     Entre cada film ocurre un intermedio de diez o quince minutos aprovechables para visitar el baño y la cafetería, abierta toda la noche, o platicar sobre lo que habías visto. No cualquiera aguanta impunemente doce horas de películas en las incómodas sillas del ex cine Francisco Villa, así que en cada ciclo hay una reunión de vencedores a la noche y, perdonen el sentimentalismo, existe un profundo sentido de pertenencia entre los habituales. Yo soy insocial de primera y no se me facilita hablar con gente que no conozco, pero, me siento muy cómodo ahí siempre que voy.

    
    Casi a las tres de la mañana en la pantalla empezaba “Killer toon” de Yong-gyun Kim que, más o menos como dice el título en inglés (en coreano no tengo la más remota idea de lo que diga), cuenta la historia de una tira cómica y su relación siniestra con varios asesinatos.

     Por ahí de las cinco de la mañana, cuando hasta yo empiezo a delirar, empezó la última película de la jornada, The yellow sea, drama de acción un poco demasiado largo sobre la inmigración en Corea dirigido por Hong-jin Na. Interesante pero, como les digo, se extendió más allá de lo razonable y aunque dormí una parte de la película no me perdí de nada y pude seguir la historia sin problemas.


     El próximo ciclo de cine será de vampiros, dicen. A ver con cuáles películas nos chupan el sueño.

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